En la mayoría de casos de uxoricidio (del latín uxor, ‘esposa’ y -cida —del latín caedere, ‘matar’, consiste en el homicidio de la cónyuge por parte del marido o asesinato de la pareja conyugal) cometidos por hombres. Absurdamente los agresores señalan a la mujer como la responsable de su ira. La ultraviolencia que se reconoce en estos casos evidencia, además del odio contra la mujer, la noción del agresor de que la víctima es un vil objeto que “si no es suyo, no será de nadie”. Esta misma idea, bajo diferentes matices, lamentablemente también subyace en varios aspectos de nuestra cultura.
Una de las consecuencias de los celos patológicos es el homicidio o crimen pasional. El homicidio por celos suele darse en sujetos con diferentes patologías, incluida la paranoia. En los casos de homicidio por celos es más frecuente el crimen de la pareja que el del rival. Esto se confirma tanto en las mujeres como en los hombres celosos. No obstante, el crimen de la pareja es mas perpetrado por mujeres en comparación con los hombres.
Por otra parte, las ideas de muerte de la pareja que van acompañadas de suicidio son casi exclusivamente masculinas. Entre los criminales pasionales de sexo masculino, las ideas de suicidio aparecen en un 30% de los casos, a pesar de que sólo el 20% de los que tienen esas ideas se suicida. Las ideas de suicidio que van acompañadas de la muerte del rival, son casi inexistentes. El suicidio se corresponde con un rechazo y con una negación de la realidad.
Las personas que comenten un crimen pasional pueden ser muy diferentes desde el punto de vista psicopatológico. En sentido general, entre los casos de sujetos celosos que asesinan a sus parejas, podemos distinguir tres tipos:
1. En el tipo más frecuente, los hechos suceden conforme a una secuencia que es aproximadamente la siguiente: primero, un conflicto pasado enfrenta al celoso con su pareja. Luego, el conflicto se agudiza y el celoso piensa en la posibilidad de eliminar a su pareja. Posteriormente, el sujeto comete el crimen a raíz de una discusión intensa, que suele ir acompañada de ingesta de alcohol, y que a menudo, ocurre porque al celoso le niegan las relaciones sexuales o porque su pareja hace una observación desdichada, generalmente burlona o grosera. El crimen es un acto impulsivo que ocurre en el marco de un conflicto que se agudiza. El sentimiento de injusticia vivido por el celoso ha jugado, en estos casos un rol antiguo y profundo, e interviene todavía durante los instantes que preceden al acto criminal. La existencia de la pareja se ha convertido en una fuente de irritación intolerable para el victimario. El celo homicida constituye la escenificación de un mito narcisista de omnipotencia. En efecto, el crimen pasional expresa el predominio del principio de placer sobre el de realidad. La muerte de la pareja expresa y satisface el odio y la cólera. Se trata de una descarga, de un acto sádico en el que predominan la afirmación narcisista de sí, así como la negación del otro y de la realidad.
2. En un segundo tipo, el homicidio constituye un acto impulsivo que ocurre después de un conflicto prolongado, aun cuando no hay un plan deliberado. El homicidio se realiza bruscamente, es un estado emocional paroxístico. Constituye un acto automático, inconsciente y amnésico, que libera al celoso de una existencia intolerable. El sujeto mata a su pareja para evitar que esta lo abandone o se vaya a vivir con su rival.
3. En un tercer tipo de crimen pasional, el acto homicida es una reacción de defensa, en la medida en que el celoso cree que su pareja amenaza su vida o su libertad. Él tiene la certeza delirante de que su pareja trata de envenenarlo, lo amenaza o practica la brujería, por ejemplo. Este es el tipo de crimen pasional que puede presentarse entre los pacientes paranoicos.
Cada cierto tiempo, nos enteramos con asombro de que un hombre llega al extremo de matar a su compañera, a sus hijos y finalmente a suicidarse. Podemos hacer un esfuerzo e intentar explicar el crimen de la pareja, considerando los conflictos y los celos provocados o fantaseados. Pero, ¿qué motiva a ese hombre a matar a sus hijos?
Con frecuencia se invoca el machismo como un factor sociocultural determinante. Sin embargo, el machismo por sí solo no permite explicar los crímenes pasionales. Por otra parte, una explicación psiquiátrica no siempre se cree justificada porque el testimonio de las personas próximas no siempre confirma la existencia de una locura manifiesta. Sin embargo, cuando la pasión perturba el equilibrio mental de una persona, se convierte en un estado mórbido que polariza la actividad mental y elimina el juicio del sujeto.
Existen estados pasionales mórbidos que se complican progresivamente y finalmente, provocan crisis trágicas, cuando conllevan una descarga explosiva de la pulsión de la muerte. Un hombre aparentemente normal puede convertirse en el protagonista de una tragedia pasional.
Los individuos con delirios pasionales crónicos de tipo paranoico o con brotes delirantes agudos tienen un control precario de la agresividad. En determinadas circunstancias, caracterizadas por sentimientos de abandono o de rechazo, dejan de operar los mecanismos de defensa que normalmente le permiten al ego manejar la angustia de separación y surge la pulsión de muerte de un modo masivo, provocando la tragedia pasional.
La crisis delirante conlleva la muerte de hijos, cuando, aniquilando la decencia, el asesino anula las tensiones de la vida generadas por la angustia de la separación. Fracasa la unidad con el otro, con esa pareja idealizada como una posesión absoluta y la única alternativa que vislumbra el sujeto para recuperar la añorada paz de la unidad primordial es la aniquilación total. En este sentido, la pulsión de muerte debe ser entendida como el deseo de un no deseo; como un último anhelo de anular las diferencias mediante el exterminio.
Las tragedias pasionales provocadas por la manifestación masiva de la pulsión de muerte tienen su origen último en la incapacidad del sujeto delirante de hacer el duelo de la unión primordial con la madre. El duelo no hecho se desplaza hacia la pareja sexual y ante la imposibilidad de recuperar la unidad soñada, la única “solución” vislumbrada por el individuo es la aniquilación total de sus partes. Sólo así se pretende recuperar ese tiempo primordial en el que se anulan todas las diferencias.
Además de los rasgos patológicos de los uxoricidas, en los llamados crímenes pasionales desafortunadamente también salta a la vista que muchas veces las víctimas han permitido un gradual abuso. No es hora de juzgarlas, aquí el único villano, como en Otelo, es el agresor, pero no obstante debemos señalar que las mujeres y hombres que aceptan en silencio ante el maltrato deben replantearse su esquema de valores, su autoestima, e incluso deben pedir ayuda psicológica para superar la situación.
Ante un primer evidente acto de agresión física e incluso psicológica por parte de una pareja, se tiene en frente un claro perfil de un abusador que tarde o temprano explotará de la peor forma, y por lo tanto debe ser denunciado ante la ley. No se debe aguardar el segundo ataque, a la ingenua espera de que “él va a cambiar”, para poner en marcha los mecanismos legales existentes (los cuales, por cierto, también deben fortalecerse).
Además de estar atentos a tales signos negativos en personas del entorno, de nuestro deber de reinventarnos en las nociones genéricas de respeto, es urgente educar a las nuevas generaciones en valores de igualdad donde las mujeres no son una propiedad.
Bibliografía
LA PARANOIA Y LOS CRÍMENES PASIONALES. Ciencia y Sociedad, Vol. XXXIII, Núm. 2, abril-junio, 2008.
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